A Vania, petaca en mano y aliento etílico, le bastó con un partido de juveniles para entregarse a Eduard Streltsov. Aquel chico corpulento de ojos azules y tupé rubio tenía un talento único y su irrupción fue meteórica en los años 50, máximo goleador de la Primera División soviética a los 17 años. Todos fantaseaban con lo que sería capaz de hacer en el Mundial de Suecia de 1958 que encumbró a Pelé. Nunca se sabrá. El ‘Pelé’ ruso, un tipo atormentado, bebedor y mujeriego, fue enviado al gulag.